Inteligencia emocional: un rasgo que debería distinguir a los políticos de hoy
La situación que se vive en Catalunya es cada vez más tensa. Mirando atrás recordamos un camino lleno de oportunidades que se perdieron. Muchos trenes se escaparon. Fallaron las estrategias.
Se pasó por alto recurrir a la inteligencia emocional para maximizar pactos y acuerdos en una situación muy difícil. El control de las emociones es el núcleo en todo proceso exitoso, pero se optó por la visceralidad, el componente más inflamable que existe para producir un incendio, una ruptura, un cisma que se agrava con el tiempo.
No hay mejor antídoto contra todo esto que el acertado manejo de las emociones. Ningún partido político supo aplicarlo en su momento. Un presidente, entre otras muchas cosas, requiere de habilidades para negociar y comunicarse, ser un buen estratega y una persona persuasiva para desencallar situaciones difíciles, pero sobre todo debe creer en la inteligencia social y practicarla.
Hace años que existe toda una industria dedicada a ello. Las empresas se gastan millones en formar a sus ejecutivos en inteligencia emocional. Se imparte en colegios, universidades, empresas y multinacionales.
Rafael Bisquerra, catedrático de Psicología de la Universitat de Barcelona, escribió un libro sobre gestión de emociones. Hubiera sido un buen asesor para nuestros líderes, que han convertido la política en espectáculo y los Parlamentos en platós de televisión. Pocas veces hay consensos exitosos si no se aplica una adecuada gestión emocional. Utilizar por bandera la visceralidad en casos como el 'procés' es retroceder y provocar incendios descontrolados. Ningún presidente que esté al servicio de un país debe permitírselo.
Se puede ser una persona inteligente, con grandes capacidades cognitivas, incluso un superdotado, pero si tiene reducidas sus capacidades sociales y emocionales, no será nunca un buen político. Dejarse llevar por emociones primarias y caprichosas arruina familias, relaciones y amistades, pero también arruina países.
Luisa Vicente
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