Diez meses racionando abrazos y caricias.
Diez meses sin el chaparrón de endorfinas que produce un abrazo lento, sin prisas.
Diez meses a rastras con un sistema inmunitario sin producir la células que matan a los virus invasores.
Diez meses con el razonamiento, la memoria y el equilibrio hormonal desgastado para hacer frente a enfermedades físicas y mentales al no estimular el afecto y el soporte de lazos familiares y sociales.
Diez meses sin dar ni recibir la calidez que trasmite la piel, que nos conduce a mayor mortalidad que la que produce el tabaco, el alcohol y la falta de ejercicio físico.
Diez meses aislados y amenazados a vivir menos tiempo al aumentar un 30% el riesgo de muerte prematura, sobre todo por enfermedades cardiovasculares.
Tétrico vacío sin esqueleto que no soporta tan pesada lápida de soledad.
Desconectados físicamente en un mundo interconectado de redes, conexiones wifi, máquinas inteligentes, comunicaciones por G5, inteligencia artificial, el gran milagro que permite ver a un amigo al otro lado del mundo en dos segundos y sin embargo llevo diez meses sin ver a mi vecina de la puerta de al lado.
Demasiados abrazos perdidos en oquedades que nunca llenamos. Hasta cuando nos perseguirá la luz tangencial de un virus de contornos difusos que acentúa su voracidad con los que estamos más solos e indefensos.
Acartonadas cicatrices sobre pieles flácidas nos acompañarán para siempre. Un punto de libro marcó el último capítulo que quedó inconcluso para siempre. Fue mientras descansábamos en el viejo sofá de la casa a donde vivíamos en soledad durante tanto tiempo.
NOTA: Este artículo fue publicado por El Periódico de Catalunya el 4.01.2021.
También fue publicado por Infolibre sección Librepensadores el 30.12.2020
DIEZ MESES RACIONANDO ABRAZOS Y CARÍCIAS. El Periódico de Catalunya
ABRAZOS PERDIDOS Infolibre-Librepensadores
Luisa Vicente
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