EL MITO DE BARCELONA SE DESVANECE
Colas de racionamiento. Segunda Guerra Mundial |
Ante las fotos y titulares de los periódicos aflorando las colas del hambre en la pandemia del coronavirus, similares a las que habían en la Segunda Guerra Mundial, Barcelona ya tenía colas del hambre mucho antes antes de esta tragedia. Son pobres de solemnidad, pobres por decreto. Ninguno lleva el nombre en la frente, ni el apellido en la cartera. No existen.
Hace tiempo que el mito de Barcelona comenzó a desvanecerse. Una radiografía ha mostrado su esqueleto.
RELATO POÉTICO DE UNA TRAGEDIA
El mito de Barcelona se desvanece entre la niebla del amanecer de una pandemia.
El hambre rechina en las tripas de muchos habitantes que deambulan por tus calles.
Colas quilometricas de seres vencidos por la pobreza extrema, esperan una comida caliente, una barra de pan y algo de leche para pasar la semana.
Vergüenza por esconder bajo tu alfombra palaciega las bolsas de pobreza de tus barrios que tantas veces denuncié. Ya no eres una ciudad bella, y mucho menos digna y acogedora. Escondes a la opinión pública que fallecen en el corredor de la muerte 130 dependientes al mes, 1 cada 11 minutos. La muerte les sorprende mientras esperan una ayuda social o la plaza en una residencia que nunca llega. Desde tu quebradizo pedestal justificas estás muertes diciendo que es problema del "laberinto burocrático de la Administración." Llevas años sin resolver el desamparo de sus vidas. Una muerte cada 11 minutos, ese es tan solo uno de tus delitos, Barcelona. Por esas muertes tendrás que responder algún día.
2018 Anciana pidiendo en calle Bisbe, barrio de la catedral. Foto: Nuria Escobedo |
Bajo la manta impune de tus mentiras, se filtra tu resplandor áspero y opaco. Tu color es negro azabache. Produces escalofríos. Ya no te quedan policromías que vender.
Políticos de tres al cuarto con talante de salvapatrias, te volvieron del revés. Te exhiben en escaparates de embajadas como ciudad moderna, cultural y cosmopolita, y de paso escamoteaban dinero público.
Ninguna ciudad supo venderse al mundo como te venden ellos. El oro y las alhajas que muestras como astuto mercader es oxidada hojalata, trocitos de chatarra y pedruscos transparentes.
Te exhibían entre oropeles en Ferias Internacionales y Congresos. Te ofrecen al mejor postor como a una prostituta. Te venden a las mafias, a los kartel de la droga, a los Fondos de inversión, a los turistas, a los Inversores Inmobiliarios, esos que desahucian de sus casas a centenares de familias con niños para luego llenarlas de turistas.
Fue tu Govern también el que firmó y ordenó no socorrer a los ancianos en los hospitales. Murieron 30.000 en toda España, los tuyos estaban entre ellos. Sus vidas no valían nada. Apenas tenían valor residual.
Fue tu Govern el que manipuló contratos de compra y especuló con material sanitario que necesitaban en los hospitales para que los sanitarios no murieran contagiados.
Fue tu Govern el que, ante las súplicas de las familias de los fallecidos, se ha negado a investigar el abandono que sufrieron en esos agujeros que nadie inspecciona.
Fue tu Govern el que ha dado carpetazo a centenares de demandas que te acusan de omisión de socorro, homicidio involuntario imprudente y prevaricación.
Es tu Govern el que protege a los Fondos de Inversión que gestiona las residencias a donde les fue fácil desecharlos. Están financiadas con dinero público. "Casualmente" tus políticos les dan contratos a dedo aunque conozcan las irregularidades que cometen en esos agujeros, comen del mismo pastel.
Tu nombre ya no brilla. No tienes humanidad, Barcelona. Estás manchada de sangre.
Tu atrezzo de pasarela de cartón piedra, se ha desplomado. Tu escenario de luces de colores y cortinajes están sujetos con alfileres.
Perdiste tu apellido y quedó solo tu nombre. Semi desnuda, como los pobres de las colas del hambre, soplas aire de derrota. Eres una más entre las ciudades del mundo. Dejaste de ser especial. Me produces pena y tristeza.
Ha caído el mito. Solo queda tu esqueleto, el garabato de tu arrogante opulencia.
Muéstrate agradecida con quien vino a visitarte. Con quien laboró tus tierras, construyó tus plazas, y restauró tus desgastados edificios. Con quien aportó sonido a tus fuentes y adornó tus calles. Con quien trabajó y colaboró a florecer tú economía.
Seguimos aquí. Somos los de siempre. Queremos verte como eras cuando te conocimos, una ciudad abierta, renovada y acogedora. Tu, sin disfraces. Dispuesta a sanar viejas heridas que tus políticos se empeñan en mantener abiertas. Empecemos de cero.
Juntos recorreremos tus arterias con sangre nueva. Pasearemos tranquilos como antes. Sin miedos, ni sobresaltos. Dibujaremos tus rincones bajo el cantar de los pájaros en los plataneros de tus pequeñas plazas.
Barcelona, respira hondo. Al canto de un ruiseñor, le sigue el de otros ruiseñores con mejores trinos y plumajes mas bellos.
Luisa Vicente
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