REPENSANDO LA INFLUENCIA DEL PENSAMIENTO CAPITALISTA EN LA SOCIEDAD
ACABEMOS CON EL EDADISMO
Edadismo viene del inglés “ageism” , un término acuñado en los años 60 por el Dr. Robert Butler, un eminente gerontólogo.
El pensamiento capitalista nos ha contagiado. Los mercados juegan un papel relevante en nuestro comportamiento, en la vida pública, y en el discurso político. El dinero marca el valor mercantil de todas las cosas incluso el del bien social. Esta superficialidad ha originado comportamientos edadistas que nos lleva a discriminar a las personas por su avanzada edad.
Del edadismo, una discriminación mucho más acusada que el racismo y el sexismo, participamos la gran mayoría de manera “invisible”, ya sea por acción directa, u omisión voluntaria o involuntaria. El edadismo no solo está normalizado en nuestra sociedad, también está institucionalizado, por eso ningún gobierno, partido político, o institución ha pedido perdón al no haber considerado a nuestros mayores como los que más se debían haber protegido en esta pandemia Covid-19.
La población mundial está envejeciendo a pasos acelerados. Entre 2000 y 2050 la proporción de los habitantes del planeta mayores de 60 años se duplicará, pasando del 11% al 22%. En números absolutos, este grupo de edad pasará de 605 millones a 2000 millones en el transcurso de medio siglo, lo cual hace temer que si persistimos en comportamientos de exclusión hacia ellos, serán 2000 millones de ancianos que seguirán siendo víctimas de un edadismo sistémico que los excluye. Considerarlos como una carga social que arruina nuestra economía por el lastre que supone financiar sus pensiones, ha hecho junto a otros condicionantes, que una gran parte de la sociedad muestre escasa empatía y poco reconocimiento hacia ellos. Las Instituciones y el propio Gobierno tampoco hacen nada por contrarrestarlo, al contrario, participan impunemente de la misma discriminación, así como los medios que no difunden sus necesidades sociales, emocionales, su soledad, el abandono que sufren ni tampoco evidencian el poco respeto por su derechos más elementales.
En los Presupuestos Generales del Estado, la partida de las ayudas a la dependencia, y a la asistencia domiciliaria, son las que sufren los recortes más drásticos , sin que tamaño despropósito produzca una respuesta social y mediática que cale en la sociedad. Resulta chocante por el contrario que en 24 horas se respalde una protesta entusiasta a nivel mundial del Black LivesMatter contra el racismo, y se difunda por un número inusitado de medios nacionales e internacionales, se derriben estatuas en todos los países, y se hagan tertulias y debates en TV sobre el tema . Otro grupo al que el gobierno destina subvenciones millonarias en defensa de sus derechos, el colectivo LGTBI y el de la violencia de género, junto al movimiento animalista en defensa de los animales para el que se legislan sanciones considerables, incluso la pena de cárcel por maltratar a un perro o a cualquier otro animal vivo, lo que considero justo e incuestionables, pero los derechos de los mayores deberían ser igual de importantes al de estos colectivos
El trato inhumano y vejatorio que se les ha dado durante décadas en residencias y geriátricos, hacinandolos en reducidos espacios por criterios de rentabilidad, con pésima alimentación y un gran déficit de cuidados personales y sanitarios, víctimas incluso de maltrato físico y psicológico por parte de algunos cuidadores y Directores que hacían la vista gorda, es un atentado flagrante a los derechos humanos de un colectivo tan vulnerable. Pero ha sido en esta crisis sanitaria, donde el edadismo sistémico se ha evidenciado con toda su crudeza al negarles el auxilio hospitalario cuando más lo necesitaban.
El desamparo institucional y el de los Gestores(i)responsables en materia de salud, que firmaron protocolos dando manga ancha al triaje sanitario bajo criterios exclusivos de edad, aparecen hoy por televisión incapaces de ver su miseria moral con discursos grandielocuentes y vacíos. Cuando se dictó la reciente ley de eutanasia que tuvo el apoyo de la mayoría de partidos políticos, aseguraban que la nueva ley daría una “muerte digna” a enfermos y personas mayores con enfermedades, pero salvo para obtener réditos políticos, ningún partido político ha censurado la muerte indigna de 4.009 residentes que murieron hasta el 5 de Julio en Catalunya, según informa la Generalitat, que como sabemos podrian ser muchos más, todos ellos ancianos que ni siquiera estuvieron acompañados de un solo familiar en sus últimos momentos.
El macabro espectáculo de dejar sus cuerpos fallecidos hasta 72 horas sobre sus camas, ha sido blanqueado con hipócritas declaraciones. Llegar a tal des humanidad fue un comportamiento edadista disfrazado de filosóficas excusas políticas que marcará para siempre uno de los capítulos más negros de nuestra historia.
El Periódico de Catalunya, publicó el 7 de julio 2020 mi artículo en versión reducida, ya que existe un límite de caracteres
Luisa Vicente
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