LA GESTACIÓN SUBROGADA, Y LOS LIMITES MORALES DEL MERCADO


"Le garantizamos el éxito o le devolvemos el dinero"



"Le garantizamos el éxito o le devolvemos el dinero" es el  término que aparece en el contrato que suscriben  las personas que  contratan un vientre de alquiler. 

Empresas muy bien posicionadas en Internet han encontrado  un suculento negocio con el que se embolsan  hasta 120.000 euros cada vez que una mujer alquila su vientre para engendrar un niño, generalmente en países del tercer mundo ó de Oriente Próximo. 

Monetizar la gestación de un bebé produce, entre otras cosas,   que el precio y el mercado desplace  la moral y que el significado de la maternidad cambie en sí mismo. La maternidad no debe ser una acción mercantil que la convierta en una práctica corruptora que la degrada. Así mismo degrada a la mujer gestante porque sufre coerción cuando vende su vientre, ya que no vende su vientre de manera voluntaria y libre, sino que lo hace empujada por su extrema pobreza en su país de origen, Ucrania, India, Rumanía y  otros países

Una transacción comercial es justa cuando el que compra y el que vende no  está coaccionado y las condiciones entre ellos son igualitarias, algo que no ocurre en este caso, pues la mayoría  son  mujeres pobres y sin recursos como he dicho antes. 

Estamos pues, ante una industria que enriquece a intermediarios sin escrúpulos que rentan úteros productivos, obteniendo beneficios millonarios cuando entregan "el producto" ( el bebé ) a los 9 meses. 


La maternidad de una mujer es intrínseca a su dignidad y a su desarrollo humano. Pagar a mujeres controladas y monitoreadas durante 270 días en granjas humanas, poniendo en riesgo su vida, su salud física y su salud mental, y la del bebé es esclavitud. Moralmente es inaceptable. 


Tener un hijo no es un derecho, por tanto no se entiende que una pareja no acepte los limites de su propia naturaleza y recurra a la explotación de mujeres desfavorecidas para tenerlo.

Es irracional que en un momento que estamos luchando por la igualdad y los derechos de todas las mujeres, aceptemos con toda normalidad, que un comprador se adueñe  del vientre de una mujer empobrecida  durante 9 meses. Este modelo de sociedad nada tiene que ver con el que estamos exigiendo. Vender un vientre, como el que vende un ojo ó un riñón para poder comer no es vivir libremente,  es esclavitud aplicada a una sociedad demasiado tolerante que en nombre de la libertad, se ha deshumanizado y ha eliminado uno tras otro los límites que la protegen de su autodestrucción y de su decadencia. 

Creo que estamos manipulados sin poder de reacción  ante  intereses macroeconómicos, políticos y modas aparentemente justas y sociales.

Luisa Vicente


NOTA:
En la elaboración de este artículo me he basado en la obra de Michael J. Sandel  reproduciendo  parte de sus conceptos.

Michael J. Sandel es catedrático de ciencias políticas en la Universidad de Havard y un autor de referencia en el ámbito de la filosofía política.  







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